sábado, 25 de abril de 2015

Námaste






Este es mi homenaje a esa cuidad y a sus gentes , precioso lugar , al que algún día tengo que volver. 












Ahora, tras unos minutos de reflexión al leer la noticia del terremoto y tras haberme tranquilizado algo, me vienen recuerdos de cuando estuve allí , en Katmandú , la preciosa y ahora sufrida Katmandú. 

Me asaltan imágenes de aquel viaje:  fotografías que llevo dentro desde entonces, sensaciones que he ido interiorizado a lo largo de estos años. La preciosa cuidad, lo que allí se respiraba , su gente .... Námaste ... sonriendo siempre. Su gente ... 
No voy a describir un viaje, ni siquiera una visita a ese lugar , no es mi idea hacer eso . No voy a colocar fotos espectaculares, no son los edificios, ni el colorido, ni siquiera los olores a especias, a té con manteca de yak, es otra cosa ... Quiero describir las emociones escondidas , pero no me salen las palabras sin sentir la tristeza de ahora o, tal vez, la nostalgia desde que volví que hoy ha salido a flote de golpe. 

Tengo que hacer, aunque me cueste, esto. Se lo debo a las gentes que tanto me enseñaron. 

Katmandú no es una cuidad , no es un emplazamiento al lado de los Himalayas , para mí no lo es. Admito que cuando comencé el viaje, esperaba ver , como lo ví , una cuidad hermosa, y poco más. 
Me equivoqué. Katmandú es ella, es un todo formado por su gente y su paisaje, tomando vida por sí misma. 
Sigo con mis recuerdos y me viene el paseo para llegar a Kopan . Recuerdo que llovía y las calles estaban enfangadas y resbaladizas. No recuerdo qué hora era, pero cerca del mediodía , se veían  niñas uniformadas saliendo de algún instituto. A un lado, artesanos hilando en una especie de portal sin apenas muebles, era su casa , estaban descalzos, vestidos con harapos, delgados y muy ancianos; pero sonriendo , siempre .... Námaste. 
No es el "hola qué tal" nuestro, o alguna expresión occidental para saludo, ese Námaste , juntando las manos, no es una reverencia . ¿Hacerme una reverencia a mí? ¿ Qué les puedo ofrecer yo? Parece que no tienen nada, qué ilusa, tienen mucho que darme. Ese Námaste es mucho más que un saludo, es una ofrenda generosa que me hacen , junto con su amplia sonrisa. Nunca olvidaré esa sonrisa y nunca aprenderé a sonreír como lo hacen ellos. 
Ahora es de noche ,  lo sé porque está oscuro ,  y estoy en la calle principal, cerca de Thamel . Está oscuro, sí , pero no me importa, sé que si cruzo la carretera casi sin ver, no me pasará nada. Me adentro en una calle pequeñita y veo a unas personas bebiendo una especie de cerveza negra y riendo. Aquí no hace falta mucho para reírse. Es sano reírse , dicen ellos. Siempre hay algún motivo para la risa. Nuevamente , riendo , Námaste , al pasar a su lado. 

Vuelo a la plaza, ahora creo que es por la tarde y ha dejado de llover . Estoy tomándome un té con mis compañeros de viaje, y veo la gran estupa desde donde estoy sentada en algún lugar, arriba. Hace un par de días que ni me acuerdo de mirar el reloj. Aquí el tiempo se detiene, llevo tres días y parece como si hubiera nacido, o alguna parte de mi, en este lugar. Una señora mayor dándole de comer a unos pájaros. Me absorbe , no puedo evitar seguir mirándola, mientras que el resto de turistas miran las extrañas genuflexiones de los monjes al otro lado. Por un momento, siento envidia, quiero ser ella, saber todo lo que sabe ella. Bajo a la plaza, paso a su lado, y le digo Námaste . 
Ella me regala una sonrisa cargada de buenas intenciones; para mí, algo que me sirve hasta hoy en día de motor para aprender a ser como ella cuando vuelva a la realidad. 




Eso es Katmandú para mí , ni siquiera es un lugar como concepto , es algo más. 
Sé que se repondrán, que seguirán adelante  y que nunca, pase lo que pase, perderán la sonrisa. 




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